Historia

Introducción

En el extremo S.E. de la provincia de Guadalajara, en la línea divisoria de Castilla y de Aragón, se encuentra el extensísimo término de Checa -uno de los más grandes de Castilla-La Mancha-, quebrado y montuoso, frío incluso en el estío. Bañado por el Tajo, que corre por los límites de E. a O. en toda su extensión, infranqueable e inaccesible, su término es colindante con las provincias de Teruel y de Cuenca, separada de esta última por el curso del río.

En él desaguan los arroyos o ramblas del Hoz Seca (Hoceseca) y Villarejo, que atraviesan las inmensas dehesas de Sierra Molina y Villarejo Seco llevando al Tajo un gran caudal de aguas por debajo de tierra. Checa es una villa aislada y pintoresca como pocas en España, enclavada en la Sexma de la Sierra de la Comunidad del antiguo Señorío de Molina, entre montes poblados de hermosos y robustos pinos, y ríos además de los citados -el Cabrillas que le circunda y el Genitoris (degeneración de su denominación primigenia y medieval Genitores o Gil de Torres), que atraviesa la villa dividiéndola en dos barrios.

Rodeada por dos cerros y estos dos ríos, destaca en una primera mirada a simple vista las riscas de caliza rojiza que la protegen y ofrecen su pintoresca imagen serrana. y; en una segunda visión más reflexiva o matizada, las dificultades que ha tenido que solventar esta villa para crecer y expandirse, por la escasez de suelo y su pendiente, que ha dificultado enormemente su crecimiento y desarrollo urbano, hasta llegar al actual estado de saturación del casco urbano.

Pero si esta visión es la que se ofrece a los que se aproximan hasta ella desde la carretera del Pinar o desde la carretera de Molina de Aragón, otra muy distinta es la de los que vienen por la Vereda Real, siguiendo el curso del río Genitores, que a escasos dos kilómetros de su nacimiento penetra con inusitado caudal en el pueblo, amansado y domesticado, convirtiéndose en el principal elemento urbano, al discurrir paralelo o cortando sus calles, penetrar hasta su Plaza Mayor y ofrecer el espectáculo agreste y de ruda belleza de despeñarse en forma de cascada, pegado a las casas, como una calle más, como la principal y más ecológica avenida, que es atravesada por cinco puentes antes de confluir y dar sus aguas al río Cabrillas.

De toda esta serranía -decía un cronista locales la capital de la villa de Checa cuyos orígenes se pierden en la inmensidad de los tiempos. Nada se sabe a ciencia cierta de su fundación, y tan sólo alguna que otra tradición corre como más o menos probable. De ninguna nos haremos eco, y tan sólo diremos sobre el asunto y sin temor a equivocarnos, que sus primeros pobladores fueron pastores celtíberos, que se establecieron en torno a este salto de agua, de casi quince metros, que debió causarles tanta admiración, como utilidad ha reportado a la largo de los siglos para mover industrias y artefactos.

Los tres medios de vida tradicional de este pueblo han sido, como es fácil de comprobar, la riqueza de sus montes, la pastoría de abundantes ganados y la fabricación de hierro, que en la ferrería instalada al pie del salto y en la que luego se construiría en el Hoz Seca (que se mantuvo hasta finales de siglo en que dejó de competir ante los nuevos sistemas productivos del acero y los altos hornos), tanta fama y renombre ganaron a la largo de los siglos XVI-XVIII.

Checa ha vivido durante siglos aislada, carente de otras vías de comunicación más que escabrosos caminos de herradura y tranquilas veredas para el ganado, sus movimientos migratorios estacional (durante los seis mesas de duro invierno) o permanente (en la década de los cincuenta, pero con el antecedente de la coyuntura finisecular de 1890) han sido muy importantes. Pero también curiosamente el fenómeno migratorio antiquísimo desde los valles vascongados y navarros (donde proliferaban las ferrerías) de herreros y oficiales vinculados a estas artes y oficios, que ya en el siglo XVI se hallaban instalados en Checa, donde han dejado sus sonoros apellidos, a veces castellanizados: Chavarrías (degeneración de Echevarría) Arrazola (ola= ferrería en vascuence) o Araúz.

Al asomarnos al pasado, desde la reflexión de su ubicación y la localización de otros asentamientos de interés arqueológico (que todavía no cuentan con ningún estudio), no podemos olvidar esta triple condición: como villa cabecera de la Sierra de Molina, villa ganadera (riqueza que no es historia, sino que goza cada vez de mayor importancia), que tiene en el turismo su más rico capital. todavía sin explotar, para explicar no sólo su génesis y evolución urbana, sino la profunda interrelación entre el espacio rural y la ordenación urbana.