Vecinos de Checa recuerdan su lucha contra el fuego: “No teníamos ropa, ni material”

Hoy en Nueva Alcarria nuestra buena amiga Elsa Gómez Teruel (este año de la Comisión este año y maquetadora, además, de la revista Aguaspeña), está de prácticas periodísticas y, a decir verdad se le da muy bien. Vaya por delante nuestra felicitación. Aquí tenéis el texto completo del artículo: 

Vecinos de Checa recuerdan su lucha contra el fuego: “No teníamos ropa, ni material”

Lograron salvar su Espineda armados con una autobomba y tractores


Chequilla, Checa, Alcoroches o Traíd, fueron los pueblos que se vieron acechados por las llamas el pasado día 1 de agosto en el incendio que se originó en Chequilla, en el Parque Natural del Alto Tajo. La importante labor que realizaron los vecinos de Checa, organizados en dos grandes grupos, consiguió que las llamas quedaran controladas en el paraje de El Raso y, de este modo, evitaron que ardiera una de las zonas más boscosas y queridas del municipio, conocida como La Espineda.

El pasado martes se declaró extinguido el incendio que ha arrasado más de 1.00 hectáreas del Parque Natural del Alto Tajo. Poco a poco los pueblos afectados por las llamas van volviendo a la normalidad, pero les será difícil olvidar lo ocurrido aquel 1 de agosto.

En Checa, las ráfagas de viento ayudaron a que en cuestión de minutos ardieran los parajes del Cerro Juan Lorente y la Atalaya, llegando hasta El Raso. Fue entonces cuando una treintena de jóvenes de la localidad decidieron implicarse activamente en la lucha contra el fuego. Durante horas trabajaron para evitar que las llamas llegaran a La Espineda, uno de los lugares más boscosos y característicos del municipio checano. César Chavarría era uno de ellos.  “Todo se vivió con mucho miedo, desconcierto e impotencia. No sabíamos qué hacer ni cómo atajar el fuego” señala.

Cuando los vecinos vieron las altas columnas de humo, dieron la voz de alarma y comenzaron su  trabajo. “Primero fuimos hacia el cruce de Chequilla, donde comenzó el fuego, hasta que la Guardia Civil desalojó la zona y cortó la carretera”, añade Alberto Martínez, otro vecino de Checa.

Con el paso de los minutos, las llamas fueron cobrando fuerza y todos los trabajadores se dirigieron hacia la carretera que une la localidad con Alcoroches. Sus armas eran una autobomba y varios tractores con cubas. “Así fue como evitamos que el fuego cruzara la carretera y saltara a los pinos”, apunta Martínez. El alcalce de Checa, Jesús Alba, se responsabilizó de los voluntarios, poniendo a su disposición todos los medios que tenía a su alcance.

Pasadas las 15.00 horas, los vecinos habían conseguido imponerse al caos. Organizados en dos grupos, uno de ellos se desplazó hasta la carretera que une Checa y Chequilla, donde también procedieron a desalojar las naves próximas al incendio. El otro permaneció en la carretera del pinar. “Los voluntarios de esa zona estuvimos coordinados por un técnico de incendios del pueblo que ese día no se encontraba de servicio”, apunta César Chavarría.

En el Raso comenzó a desplegarse un tendido de mangueras, autobombas, bate-fuegos, ramas y motosierras que sirvió para despejar el camino. “También se improvisaron presas en el río porque los depósitos se estaban quedando sin agua”, apunta Daniel Gómez, otro vecino del pueblo. A los de Checa se sumaron habitantes de Tordesilos y Alcoroches, un retén y una patrulla de bomberos procedentes de Azuqueca.

La labor de sofocar el fuego fue complicada debido a la orografía del terreno y a su espesura. “Tampoco teníamos ropa adecuada, emisoras, ni material”. Todo ello se acentuó, además, debido a los problemas con las comunicaciones. El fuego había acabado con antenas de telefonía y los voluntarios carecían de cobertura en sus móviles.

Sobre las 21.00 horas conseguía controlarse el flanco del Raso en parte gracias, apunta Gómez, a “alas temperaturas y la intensidad del viento”. Sin embargo, los voluntarios continuaron trabajando en la zona hasta las 23.00 horas, cuando se incorporaron miembros de extinción profesionales y los voluntarios pudieron retirarse. “Alguno de nosotros se quedó hasta altas horas de la madrugada con la cuba y ofreciendo bocadillos, agua y café a los profesionales”, añade.

Ahora llega el momento de hacer balance. “Una vez que termina todo y pisas el suelo calcinado, sientes una gran tristeza”, reconocen los jóvenes. Sin embargo, todo eso convive con otra sensación. “Estamos orgullosos de nuestra labor y la gente nos felicita, ahora no hay otro tema de conversación”. Las vecinas del municipio también ofrecieron su ayuda en todo lo posible, además de preparando bocadillos y ofreciendo botellas de agua tanto a los voluntarios como a los profesionales.

Desde Checa agradecen la colaboración de todos los que participaron en la extinción, a los equipos profesionales y a todos los vecinos del propio municipio y alrededores como Tordesilos, Alcoroches, Orea y Orihuela del Tremedal.