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Elogios a Juan Ortega

Los checanos que seguimos a Juan Ortega somos unos impacientes. Nos pueden las ganas de verle cortar una oreja en Las Ventas y hasta las de abrir la puerta grande y salir con él a hombros.

Ayer las sensaciones eran también de rabia y decepción por esa mala estocada al segundo de la tarde que se llevó lo que podría haber sido el único trofeo de la tarde. No más rabia que la que tendría el torero, desde luego, pero rabia y desasosiego al fin. Y también mal cuerpo se nos puso al salir el quinto y mostrar las nulas opciones que traía.      

Son tantas las ganas de verle reventar esta plaza que todo nos sabe a poco. Y han de ser las crónicas, quién lo diría, las que vienen a poner las cosas en su sitio.

Apenas terminado el festejo los portales taurinos mundotoro y aplausos ya dejaban claro que los novilleros habían estado por encima de los novillos, pero han sido los artículos de la prensa escrita, más reposados, los que nos han desgranado elogios en torno al toreo de Juan Ortega y nos han vuelto a recordar que las cosas tienen su tiempo y que donde hay, hay que tener paciencia y perseverar.

 

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El mundo titula «El buen aroma de Juan Ortega» señalando que éste «deja las notas de mayor calidad» y añade

«A la fría tarde de ayer en Las Ventas Juan Ortega le puso el calor con su toreo caro. El sevillano es diferente: en sus formas, en su concepto, en su manera de andar por la plaza, en su elegancia, en sus remates… Todo en él desprende un aroma de torería innato, un sello artista que deja huella. Y de sus muñecas brotaron los únicos momentos para el recuerdo de una tarde que, por otro lado, no pasará a la historia de la tauromaquia más allá de estos fogonazos de arte, del debut en el palco de un nuevo presidente, Javier Cano Seijo y del recuerdo al finalizar el paseíllo a Enrique Alcorta, miembro del equipo médico de la plaza, fallecido recientemente. 

Cristalero le había ofrecido a Ortega un buen puñado de embestidas de salida y el torero las aprovechó a la verónica ganando terreno hacia los medios, con la barbilla hundida en el pecho como ejemplo de encaje, seguridad y sentimento. Mantendría esta tónica en la faena, aunque pronto se apagaría el de Pereda. Antes, Ortega se descolgó de hombros y desmayó su toreo al natural. Los adornos finales de cada serie fueron carteles de toros y su forma ‘amorantada’ de salir de la cara del novillo tuvo el sabor añejo de tiempos de fotografías en tono sepia. La espada se llevó el premio ganado con las telas, pero el buen aroma de Juan Ortega aún perdura en los tendidos de la Cátedra. El deslucido quinto, con el hierro de La Dehesilla, no le permitió volver a expresar su toreo.»

 

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Por su parte el ABC titula «Juan Ortega, aires de torería en Las Ventas«, subtítulando que éste «ilusiona» y añadiendo: 

«Un domingo cualquiera, a cualquier hora, en la Monumental de Madrid sorprende la torería. Impactante fue la de un joven de Sevilla en cuyo nombre y apellido se condensan parte de la Historia de la Tauromaquia:Juan Ortega. Se le adivinó su grácil trazo desde que se compuso a la verónica. De gusto lo aderezó todo: en la manera de llevarlo al caballo, de sentirse ante al quite y en ese modo de andarle al novillo durante la faena, brindada a Miguel Bienvenida. Espejo en su dinastía hay. Los zurdazos, sin ser perfectos, fluyeron con naturalidad, al igual que los remates. El medio pecho ofrecido y buscando cargar la suerte. Clásicos también los derechazos y personales los molinetes ante un pereda noblote aunque algo apagado.

El broche, con esa mezcla entre Morante y Pepe Luis, aupó más las emociones. Ilusionante toreo, aunque su acero necesite pasar por Albacete y el corazón no parezca el de El Espartero. Al desagradable ybrutote quinto lo salpicó de pinceladas con aires del Guadalquivir y cierta fragilidad.»

Y en La Razón La elegancia de Ortega y el valor de Fernández destaca:

«Juan Ortega dejó un buen ramillete de verónicas al segundo. Cargando la suerte y ganando terreno en cada lance. Muy notables. La segunda media, abelmontada, preciosa. Gustó también después con la muleta. En la tercera tanda logró acoplarse a la movilidad sin entrega del utrero y dejó buenos pasajes, sobre todo, al natural. Hubo una serie muy buena. Limpia y con despaciosidad. Cuatro al ralentí. Sin embargo, lo mejor fue la personalidad en los remates. Pellizco y elegancia. Aroma a toreo caro en cada trazo. Todo muy sevillano. Distinto. Atractivo. ¿El problema? Los aceros. Pegó un sainete y la posibilidad del trofeo se esfumó.

El quinto, serio y astifino, era altísimo. Ensillado. Una barbaridad costó que descolgara. Tres puyazos como tres soles se llevó. En la muleta, no mejoró. Al revés, tuvo su guasa. No por su embestida, sin gracia alguna. Siempre pendiente del novillero, andando y midiendo en la embestida. A contraestilo de Ortega, varios enganchones y un desarme terminaron por desangelar al tendido y al propio diestro que, tras machetearlo, enfiló el camino a por la espada.»

Por último las crónicas de mundotoro: Cuestión de oficio:

«Juan Ortega dejó detalles de gusto y armonía con capote y muleta, pero le faltó refrendar su labor con la espada ante el segundo, un animal deslucido que tuvo nobleza pero sin clase. Luego se las vio en quinto lugar con un novillo complicado y geniudo de La Dehesilla que se quedaba muy corto en cada muletazo. La faena no pudo tener argumento y lo mejor fue la estocada.»

y de aplausos: Más novillos que novilleros:

«El segundo de Pereda cumplió en varas, llegando al último tercio rebrincado, sin humillar y protestón. Siempre con la cara suelta. Juan Ortega lo cuajó muy bien a la verónica en lances de mucho gusto y ganando terreno. Si bien no redondeó su faena, la actuación del sevillano sí estuvo salpicada de buenos muletazos y sobre todo, de personalidad, tanto en el trazo como en las formas. Anduvo mal con la espada, sonándole dos avisos. No tuvo ninguna opción con el deslucido, brusco y desclasado quinto de La Dehesilla.»