Si el rastrojo fuera calle

En la noticias previas Comunicado parroquial sobre el cambio de procesión y Aclaraciones como miembro del Consejo Parroquial se trata el polémico asunto del cambio de recorrido de la procesión de San Bartolomé.

Este es un artículo de opinión para hacer algunas precisiones al respecto y exponer mi particular punto de vista.
 

Lo religioso y lo civil

Conviene primero dar al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios. Estamos en un estado aconfesional y la separación entre lo civil y lo religioso es clara. En pueblos como el nuestro no ha sido necesario llevar esta separación a rajatabla, no han sido necesarios los formalismos que en otros lugares son habituales. Aquí todo ha funcionado como siempre, cada uno en su sitio y todos juntos.

En aquellos sitios donde la iglesia se ha visto cuestionada en cada uno de sus actos, la relación  ha tenido que recurrir a formalismos que aquí nos son extraños: el párroco comunica y recaba la aprobación de los actos religiosos que están previstos fuera de los recintos privados, por ejemplo las procesiones. Podríamos decir que la autoridad civil aprueba, como si se tratase de una manifestación, los actos y se encarga de mantener despejado el recorrido, etc, etc.

La participación de la autoridad civil en los actos religiosos es puramente personal y, si acaso, de buena educación y cortesía entre instituciones.

En resumen, una procesión es un acto religioso y como tal su organización compete a la parroquia.

La decisión se tomó donde y por quién correspondía

Aclarado esto, es más fácil entender que la parroquia y más concretamente su Consejo Parroquial y el propio párroco, tratasen temas de su incumbencia y acordasen las modificaciones que considerasen oportunas. Entre estas se debatió el polémico tema del paso del San Bartolomé por Las Veguillas.

En honor a la verdad hay que decir (aunque nuestro párroco no lo haya querido nombrar y haya asumido toda la responsabilidad) que en aquella reunión, según afirma Isabel en sus aclaraciones, no estaba previsto tratar este tema y cuando surgió el propio párroco advirtió que “quizás ya sea bastante cambio el quitar la misa de diez, pero si queréis, pues adelante”.

La decisión fue unánime y todos pensaron que lo hacían para bien.


En contra

Era lógico que hubiese personas a las que les pareciese mal el cambio propuesto. Al anunciarlo el párroco dijo que estaba a disposición de todos aquellos que quisieran hablar sobre el asunto. Sólo una persona, según el mismo manifestó posteriormente, se acercó a comunicarle su oposición.

Poco después se presentaba una queja en el Ayuntamiento y se hablaba de recoger firmas en contra del cambio propuesto.

Lo último que quiénes tomaron de buena fe la decisión del cambio hubieran pretendido era montar una pelea. El dar marcha atrás estaba cantado. No sin el malestar del párroco, principalmente por que se cuestiona su competencia y la del Consejo Parroquial en esta materia y porque, como no, un problema local pasaba a ser algo más.

Las razones del rastrojo

Sin duda hay razones para pasar por el rastrojo. Y también para dejar de pasar por allí.

Desde el escrito de la parroquia salen algunas razones históricas: en la ermita de Santa Ana estuvo el Santo hasta que se trasladó a la ermita de la Virgen de la Soledad. Si nos agarramos a que nada cambie debería seguir allí el Santo. Si la procesión empezó a pasar por el rastrojo cuando las calles eran de tierra, hoy no son así. Si hay gente que va por allí, cada vez son más lo que no van. Si la parroquia solicitara el recorrido oficialmente a las autoridades, éstas deberían advertir y desaconsejar el paso por el rastrojo, por no ser una vía urbana adecuada -¡qué ironía!-.

De espaldas al pueblo

Hay incluso una razón social que a mí me llama poderosamente la atención. Hasta hace medio siglo Las Veguillas tenían una razón de ser diferente, la razón de una buena tierra de labor, la razón del pan. La misma razón que llevó a todas las casas a apretarse contra las piedras de Picorzo y dejar la tierra fértil para la siembra.

Hace tres décadas cuando el Ayuntamiento adquirió el terreno donde ahora están las escuelas, la casa tutelada y el polideportivo, el paso que ahora sigue siendo rastrojo debió pasar a ser calle. Por algún requiebro del mal hacer la parcela quedó sin un acceso amplio para el paso de camiones y otros vehículos pesados.

Lo que ya hace treinta años que debiera ser calle, sigue siendo hoy rastrojo y nosotros, como si lo aprobáramos, seguimos pasando por allí una vez al año cuando debiéramos pasar a diario. Las Vegillas le dieron la espalda al pueblo negándole ese paso imprescindible y nosotros suspiramos por el derecho de pasar una vez al año -¡qué ironía!-.

Cambiar para mejor

No hay duda de que todo cambia, de que todo se debe cambiar y de que es nuestra obligación hacerlo para mejorar. La plaza de madera cambió y hubo polémica. Hoy muchos la recordamos con nostalgia, creemos que aquellas maderas en la Plaza de Lorenzo Arrazola eran el mejor de los aromas de nuestras fiestas, pero hoy nadie discute la nueva plaza o las novilladas con picadores. La plaza cambió, se perdieron algunas cosas (que ni siquiera serán una pérdida cuando pase una generación) y se ganaron otras. 

Pongamos en una balanza los pros y los contras y cambiemos el recorrido de la procesión y todo aquello que pueda mejorarse.

Si el rastrojo fuera calle nos habríamos evitado la propuesta de cambio de recorrido y la polémica que ha suscitado. Recogemos ahora el fruto de treinta años de inacción de todos los que debían y podían haber cambiado el rastrojo por calle. Y lo tiene que pagar San Bartolomé -¡que ironía!-.

Un abrazo y felices fiestas,

Tomás Mansilla